n.2, vol. 2, jul. 2015

PRESENTACIÓN

Si el eje constitutivo de la primera edición de la REVISTA DE ESTUDOS SARAMAGUIANOS se concentró en una diversidad de aspectos sobre la obra de José Saramago, este número que ahora se presenta insiste en la descentralización temática y avanza sobre otros géneros practicados por el escritor, como la crónica. Esto se justifica claramente por la pluralidad de aspectos que sugiere la literatura del escritor portugués y no es objetivo de este periódico incidir en las visiones críticas igualmente plurales que se crean entre sus lectores. Sin embargo, hay dos hechos distintos y complementarios en los itinerarios recorridos por la obra saramaguiana (y de clara intervención sobre la realidad humana) que nos gustaría subrayar en forma especial.

Desde Manual de pintura y caligrafía, novela que –aunque posterior a Terra do Pecado, supone su estreno en el género- y en la que elabora el tema de la toma de consciencia de sí y de la realidad a partir de las acciones de un pintor de retratos, hasta Alabardas, el libro que dejó inconcluso, Saramago entiende que la novela es un medio de intervención sobre la realidad, un vehículo en las manos del autor, que desde su omnisciencia, coadyuva a una comprensión del entorno mediante la acumulación de materiales diversos. El lector asiduo de la obra saramaguiana (porque no sólo la novela comulga en este ejercicio) advierte con facilidad que, es siempre una cuestión central la que va, sin mucho esfuerzo, llevando a otras cuestiones; es allí donde reside el grado de profundidad y de intervención de su escritura.

Hay que decir que Saramago siguió interviniendo en la realidad como ciudadano más allá de su obra, pronunciándose al respecto de las iniquidades del mundo en que vivimos. Incluso, en una declaración realizada en una fecha próxima al fin de su vida dejó en claro estar más interesado por las problemáticas sociales que por los pormenores literarios. Narrador y autor están siempre tomados de la mano, como le gustaba afirmar. Las marcas que revelan esta constatación se advierten en su biografía y no viene al caso traerlas a este lugar.

Las dos circunstancias que nos gustaría subrayar en esta edición tienen que ver con una postura que no dudamos en identificar como «posición ética», porque el escritor siempre pensó el papel del intelectual como el de alguien que no ceja en combatir el orden establecido y que produce artefactos discursivos con el fin de resignificarlo, hacerlo más sensato, más lúcido (si es que alguna vez esto fuera posible). Callarse, para Saramago, fue y siempre será un acto de cobardía, así como también es cobardía no cuestionar el orden social impuesto, dejándose guiar como un títere o viendo las cosas desde arriba y sin comprometerse. Es preciso rebelarse (pensamiento sintetizado en el enigmático epígrafe de Ensayo sobre la lucidez: “Aullemos, dijo el perro”).

La primera noticia a destacar es que ahora en 2015 una de las novelas más conocidas de José Saramago, y tal vez una de las más significativas de su prosa (el escritor tiene el privilegio de tener en su bibliografía no una, sino varias novelas significativas) llega a los 20 años de su primera edición. Si la obra saramaguiana en su conjunto apela a la reflexión, el texto en cuestión apela también a los sentidos y es un llamado a la reeducación sobre la capacidad de ver. En esto reside su propósito intervencionista. Como sabemos, todo el proceso de creación de Ensayo sobre la ceguera fue acompañado por el propio escritor en los diarios que escribió en Lanzarote. Y tanto la edición en lengua portuguesa como en lengua española recuperan cuidadosamente esas instancias de reflexión sobre la elaboración de la obra. Acerca de la novela, Maria Alzira Seixo nos ofrece una lectura aguda sobre su estructuración y los temas que la recorren. Acompaña al ensayo de la profesora, un conjunto de fotografías de Marcelo Buainain realizadas en Alfama en febrero de 1996 en una sesión cuyo punto de partida fue justamente el drama del libro ahora recordado.

La segunda noticia a destacar se articula con los acontecimientos protagonizados por la Fundación José Saramago en relación con la entrega de un documento a las Naciones Unidas, documento éste que fue defendido públicamente por el escritor durante la recepción del Premio Nobel de Literatura en 1998. Se trata de una Carta de Deberes Humanos. Era el día 10 de diciembre y la Declaración Universal de los Derechos Humanos completaba 50 años. Durante el banquete ofrecido, el escritor recordó a los presentes y a los ciudadanos del mundo que “con la misma vehemencia y la misma fuerza con la que reivindicamos nuestros derechos, debemos reivindicar también el deber de nuestros deberes. Tal vez así, el mundo pueda comenzar a ser un poco mejor”. Consideremos en este marco que en 1994, el escritor fue invitado para hablar sobre el “caso Salman Rushdie” y escribió para un diario sueco el artículo “Herejía, un derecho humano”. Como todos sabemos, por la publicación de Los versos satánicos, en 1989 Rushdie fue sentenciado públicamente a muerte por el ayatolá iraní Ruhollah Khomeini; desde entonces, está condenado a un exilio forzado y continuo, bajo protección policial y – por esta razón – la novela desencadenó una ola de violencia en varias partes del mundo con aparato de censura en países como India, Indonesia, Paquistán, Bangladesh. Muchos profesionales ligados a la publicación y a la traducción de la obra fueron perseguidos y muertos desde entonces. Esta circunstancia, pese a su paroxismo, es corriente y no debe sorprendernos del todo:  alrededor del mundo, varios intelectuales están fuera de sus territorios, censurados, presos o vigilados por el aparato policial por oponerse a los modelos de opresión perpetrados por grupos de los más heterogéneos.

“Herejía, un derecho humano” hasta donde alcanzamos a investigar, es un texto inédito: no aparece en ninguno de los títulos ya publicados y lo encontramos en una versión en lengua española editada el 16 de febrero de 1994 por el diario El País de la cual hicimos la traducción a la lengua portuguesa. El texto aludido fue expuesto por José Saramago en un evento realizado en la ciudad de México en el que defendió a la herejía como un derecho inherente a los Derechos Humanos universales, tema este que, a partir de entonces, no fue abandonado por su pluma como lo demuestra la publicación de Caín en 2009.

Habiendo llamado la atención sobre estas dos noticias singulares, nos resta sólo recomendar atentamente la lectura de esta edición.

Equipo Editorial

ÍNDICE

Las piedras de Saramago
GISELA MARIA DE LIMA BRAGA PENHA
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Historia y ficción en la figuración de personajes de Memorial del convento
JÚLIA CRISTINA FIGUEIREDO
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Análisis panorámico de la crónica de José Saramago: “está lá tudo”?
SAULO GOMES THIMÓTEO
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Todos los nombres del hombre duplicado o el caos es un orden por decifrar
EULA CARVALHO PINHEIRO
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Ensayo sobre Ensayo sobre la ceguera: el autor y la génesis de la novela
JOSÉ SARAMAGO / GRACIELA CASTAÑEDA (TRANSCRIPCIÓN)
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Los espejos vueltos hacia dentro. Configuraciones narrativas del espacio 
e del imaginario en Ensayo sobre la ceguera
MARIA ALZIRA SEIXO
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Miguel, José y Pilar: anotaciones sobre la inmersión del cineasta 
en lo espacio-tempo de los personajes
MARIA DO SOCORRO FURTADO VELOSO; MARIA ANGELA PAVAN
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El concepto de alegoría en José Saramago. Una reflexión benjaminiana
MIGUEL ALBERTO KOLEFF
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Europa, por José Saramago
DIEGO J. GONZÁLEZ
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José Saramago y el elogio de la tradición
PEDRO FERNANDES DE OLIVEIRA NETO
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Herejía, underecho humano
JOSÉ SARAMAGO
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* Los textos están en formato PDF. Ver la edición completa.